lunes, 22 de febrero de 2010

Un día cualquiera II

El viernes por la mañana iba en el autobús, o viajera como dicen los abuelos de mi pequeño pueblo, de vuelta a Sevilla y pasé uno de los ratos más incómodos que recuerdo. El autobús sale de mi pueblo a las 8.40 de la mañana y hace tres paradas más en tres pueblos distintos hasta llegar a Sevilla. En una de las paradas se subió un hombre, de unos veintitantos años tirando para treinta, de nacionalidad ecuatoriana y se sentó en los asientos que estaban justo en el lado derecho de los míos. Un ratito después de subirse me llamó:
- Disculpe, ¿qué paradas hace el autobús al llegar a sevilla?-.
- Pues hace tres seguro, aunque algunas veces hace más-.
- Y, ¿cómo se llaman las paradas?-.
- Pues nose, no tienen nombre. Bueno, está la de María Auxiliadora, o la de la Macarena y luego está la última que es plaza de Armas-.
- Amm, está bien, gracias-.
- Tú, ¿dónde quieres ir exactamente?- Le pregunté yo porque lo veía más perdido que el "el barco del arroz".
- Yo quiero ir a Santa Justa-.Que es la estación de trenes de Sevilla.
- Pues entonces deberías de bajarte en la parada de María Auxiliadora, es la que te deja más cerca. Yo me bajaré allí también-.
Hasta aquí todo bien, una conversación típica entre un hombre perdido y la persona a la que le pregunta. Giré mi cabeza hacia la ventanilla y volví a sumirme en mis pensamientos. Al minuto, el hombre me volvió a llamarme la atención:
-Entonces, ¿tú también vas a Sevilla?-.
-Si-.
-Vaya, que ojos más bonitos tienes, ¿son azules, o verdes?-.
-Azules-.
-Pareces una chica, así, ¿cómo decirlo?... tranquila-.
Ya no me estaba gustando la conversación (o más bien interrogatorio), además tenía realmente pocas ganas de hablar. Mis respuestas se limitaban a contestar escuetamente a la lista de preguntas que me estaba haciendo.
-Y, ¿estudias?
-¿que edad tienes?
-¿cuántos hermanos tienes?
-¿vives con tus papás?
....
Cuando me pude dar cuenta, se había sentado en el asiento de mi lado. Y se me presentó.
-Yo soy "Freddy", ¿y tú?-.
-Yo Inmaculada-.
-Inmaculada, ¿qué?
-Inmaculada Gómez-.
-Y, ¿te gusta salir de discotecas?-.
Pero esa, ¿qué clase de pregunta es?. Uff! no sabía como hacer para evitar esa situación. Además se iba haciendo cada vez más y más incómoda porque las preguntas iban siendo cada vez más y más personales.
-¿Tienes novio?-. Que por cierto le mentí y le dije que sí, que me espera en la parada del autobús. Por si las moscas.
-¿Cuánto lleváis?-.
-¿Te vas a casar con él?-.
-¿Eres fiel?-.
Ya dejé de contestarle, estaba agobiadísima y aún quedaba por lo menos una media hora de viaje. Así que como yo no contestaba empezó a contarme su vida. Yo no despegaba la mirada del lado de la ventana. Pensé que a ver si de esa manera se daba cuenta que prefería estar sola, o callada, o dormida,... o yo que se. Pero no, no pareció importarle. Me contó que estaba aquí con un grupo de amigos trabajando. Que echaba de menos a su familia. Que a él le gustaba mucho salir de marcha y estar con muchas mujeres. Pero que ya se había dado cuenta que lo que quería era la estabilidad de una pareja y formar una familia. Me dijo que no podía saber si mi novio "ficticio" era el hombre de mi vida porque yo no sabía que me deparaba el destino. También me contó que su hermano estaba en E.E.U.U. y que estaba en la cárcel. Lo habían metido porque una noche se pasó con la bebida y le hizo algo a una chica. Nose el qué ni le pregunté. Decía que su hermano estaba muy arrepentido y que había dejado de beber.
Y muchas cosas más que, la verdad, ni recuerdo. Lo peor vino después, justo entrando ya en Sevilla:
-Vaya, realmente eres linda-.
Yo ya no sabía ni donde meterme.
-No me mires con esos ojos, porque no te puedo sostener la mirada-. Me dijo.
Se levantó y, ¡me quería hacer una foto!. Yo ya no pude más:
-No, no, no. Pero, ¿qué te has creido?. Ni se te ocurra hacerme una foto-.
-Amm, vale, lo siento.
Siguió:
-Podrías darme tu número de móvil, ¿no? Así te podría llamar y charlar un rato contigo. O podríamos quedar.
-¿Pero cómo te voy a dar mi número de teléfono si no te conozco de nada?-.
Por fin llegué a mi parada, le dije que me dejara pasar, y que si quería ir a Santa Justa debía bajarse allí. Salí del autobús y me dirigí a mi casa sin mirar atrás.
Por lo que cuento puede parecer que soy una estúpida, o con prejuicios. Pero no os podéis imaginar la situación tan incómoda y embarazosa que pasé. Realmente me ocurren bastante cosas así, de gente que habla, me para, me cuenta cosas... y jamás me había sentido así, y es que me estaba avasallando a preguntas demasiado personales.